jueves, 20 de mayo de 2010

Las primeras fresas (Cuento Cheroki)



Hace mucho tiempo, cuando el mundo era nuevo, el Creador hizo a un hombre y a una mujer. Los hizo a la vez, para que ninguno de los dos estuviera solo. Ellos se casaron y vivieron juntos y fueron felices durante mucho tiempo.

Luego, una tarde, el hombre volvió a casa de cazar y vio que la mujer aún no había empezado a preparar la comida. Estaba fuera recogiendo flores.
El hombre se enfadó.
- ¡Tengo hambre! – dijo en tono irritado-. ¿Acaso esperas que coma flores?
La esposa entonces se enfadó también. Quería disfrutar de la belleza de aquellas flores con su marido. Para eso las había recogido.
- Tus palabras me ofenden- le dijo. No voy a seguir viviendo contigo.

La mujer se volvió hacia el Oeste y se encaminó hacia el sol. Su marido la siguió, pero ella caminaba demasiado deprisa. No podía alcanzarla. La llamó a voces, pero ella no le oyó. Él se apresuró cuanto pudo, pero su esposa era mucho más ligera.

El sol observó al marido seguir a su esposa. Y vio la tristeza del hombre y se apiadó de él.
- ¿Sigues enfadado con tu esposa? – preguntó el sol.
- No – contestó el hombre-. Fui un estúpido dejándome arrastrar por la cólera. Pero no puedo alcanzarla para decirle que lo siento.
- Entonces te ayudaré- dijo el sol.

El sol iluminó la Tierra con su luz delante de la mujer. Y allí donde la luz resplandecía, crecieron las frambuesas. Estaban maduras y parecían apetecibles, pero la mujer no se fijó en ellas y siguió caminando.

El sol volvió a intentarlo. Brilló y crecieron los arándanos. Resplandecieron a la luz del sol, pero la mujer no se fijó en ellos. Siguió caminado hacia el Oeste, alejándose cada vez más de su marido.

El sol lo intentó entonces por tercera vez. Y allí donde sus rayos tocaron la Tierra, crecieron las moras. Eran oscuras y grandes, pero mucho más grande era la cólera de la mujer, que no se fijó en ellas.

Por fin, el sol se esforzó al máximo. Iluminó la hierba delante mismo de los pies de la mujer y aparecieron las fresas. Brillaban como fuego en la hierba y la mujer tuvo que pararse al verlas delante.

Se arrodilló, arrancó una y la mordió. Nunca había probado una cosa igual. Su dulzor le recordó lo felices que habían sido ella y su marido antes de reñir.
- Tengo que recoger algunos de estos frutos para mi marido-, se dijo, y se puso a recoger fresas.

Y todavía estaba recogiendo fresas cuando el hombre la alcanzó.
-
Perdóname, perdona mis palabras ofensivas- le dijo el hombre.
Y ella la respondió
compartiendo con el dulzor de las fresas.
Y de esta forma vinieron al mundo las fresas.

Hoy día, cuando los
cheroquis comen fresas, recuerdan que tienen que ser siempre amables unos con otros; recuerdan que la amistad y el respeto son tan dulces como el sabor de las fresas rojas en sazón.

martes, 11 de mayo de 2010

Historia de una amanecer




Esta mañana me levante y aun era de noche, me asome a la ventana, me gusta vivir ese momento del día, en que todo el mundo, esta aun dormido, solo el silencio roto por algún piar de los pajaritos, poco a poco el silencio desapareció, parecía que estaba rodeada de muchas aves, se escuchaba sus cantos fuertes y continuos, parecían que se habían puesto de acuerdo todos para hablar entre ellos.
El cielo estaba nublado, pero detrás de las montañas empezó a verse una pequeña luz, que poco a poco fue creciendo, las farolas se fueron apagando y la luz del sol lo invadió todo, fue entonces, cuando preste atención al pio de los pajaros, y escuche a las mamas pajaros, decirles a sus pequeños, que se pusieran el chubasquero sino querían mojarse, ellos que no, que no podrían volar bien, pues llevate un paraguas dijo una madre y de pronto todos a la par salieron volando de los nidos.
En ese momento sonó mi despertador y fui a llamar a mi hijo, le comente que estaba lloviendo que se llevara el chubasquero, contesto que no, pues llevate un paraguas le dije y de pronto me di cuenta que hacia un momento había vivido la misma situacion, seas pájaro, gata, gallina, persona, todas las madres somos iguales
Lebiram