lunes, 2 de julio de 2012

La diosa Cibeles



La historia de la diosa Cibeles se remonta a tiempos antiquísimos, por allá por el siglo V a.c. y desde donde se pierde en la memoria de los hombres.
Cibeles es el principio femenino por excelencia y representa la fertilidad de la tierra. Hija del cielo y esposa de Saturno es considerada la “Magna Mater”
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La vida de esta diosa, sin embargo, está signada por crudas pasiones, enconos y sangre. Son muchas las versiones que existen de estos mitos y también hay numerosas variantes.


Una de ellas es la historia que da lugar al origen de los dos leones que tiran de su carroza. Cuentan que ellos son Atalanta e Hipómedes.
Atalanta era una joven sumamente bella y su hermosura era superada solamente por su velocidad; por lo tanto, para huír del matrimonio que a menudo le requerían sus pesados e incidiosos admiradores, retaba a sus pretendientes a una carrera pedestre que, por supuesto, ninguno podía ganar.
Hipómedes era también un bellísimo hombre y mucho más astuto que veloz. Confuabulado con Afrodita aceptó el reto. Dicen las comadres del lugar, que al verlo a Hipómedes, Atalanta ya no tuvo ganas de correr más que a su encuentro; pero orgullosa ella, igual lo retó al desafío. Mientras de desarrollaba la competencia, el malicioso caballero iba tirando unas hermosas manzanas doradas que le consiguió Afrodita y cuando la gacela se entretenía juntándolas, él iba adelantado camino hasta salir victorioso y quedarse entonces con la dama.
Al parecer la pareja, presa de su propio frenesí se olvidó de homenajear y alabar a Afrodita como ella lo esperaba, por lo que enceguecida de rabia les duplicó el don de la pasión de manera tal que ninguno podía despojarse del deseo constante e incontenible de poseer al otro. Así lo hicieron guarneciéndose en un templo consagrado a Cibeles y sin la más mínima vergüenza. La diosa, al ver que mancillaban su casa planeó un tremendo castigo: los convirtió en leones y los unció a su carro, condenándolos a que nunca más puedan tocarse y ni siquiera verse. Mientras tanto Afrodita reía.

viernes, 1 de junio de 2012

La casa de los espejos





En la parte antigua de la ciudad española de Cádiz, por la hermosa zona costera de la Alameda Apodaca y frente al monumento del Marqués de Comillas, se yergue imponente una elegante casa de tres pisos y abundantes ventanas que evoca con su arquitectura épocas pasadas.
Cuenta la leyenda que en aquella casa vivía un importante almirante junto a su esposa y su hija. El almirante, que adoraba y consentía a su hija más de la cuenta, le traía un nuevo espejo cada vez que volvía de uno de sus viajes a tierras americanas.
Su hija coleccionaba espejos; y así, como un reflejo del afecto que el almirante sentía por su hija, con el paso de los años la casa fue repletándose de espejos en los cuales la hermosa chica podía mirarse una y otra vez satisfaciéndose con aquella belleza de la cual su padre presumía ante sus amigos y compañeros.

Mientras su madre, sumida en las espesas sombras del olvido, sufría cada vez más celos y su resentimiento hacia su propia hija crecía y crecía cada vez mas.
A medida que el tiempo pasaba, las discusiones y peleas entre madre e hija cada vez eran más frecuentes en los periodos en que el almirante se ausentaba. La relación madre-hija estaba cada vez más contaminada por el secreto odio que había empezado a crecer en la madre, por un sentimiento tan bajo y tan ciego que acabó por arrastrar al crimen a la esposa del almirante.
En uno de aquellos viajes de su esposo la mujer del almirante aprovechó para poner veneno en una bebida y así acabar de una vez y para siempre con aquella hija a la cual terminó viendo como una rival a la que debía liquidar para recuperar el amor que le había sido robado…
Cuando el padre de la joven regresó, se deshizo en llanto al saber que su amada hija había muerto. Según la esposa una terrible enfermedad fue la causa de la muerte.
No obstante, mientras el padre lloraba desconsoladamente en la habitación de su hija, en uno de los espejos que más apreciaba su hija apareció como en un mensaje enviado desde el más allá la escena de lo que realmente sucedió y pudo ver como su esposa ponía matarratas en la comida, un veneno que deterioró a su hija hasta que finalmente murió tras una larga agonía…
Atónito y lleno de ira ante la amarga verdad, el almirante obligó a su esposa a confesar el crimen y se encargó de hacer que fuese condenada a pasar el resto de sus días tras la soledad de las rejas en alguna mugrienta prisión. Sin embargo y pese a haberse hecho justicia, el viejo marinero nunca más pudo vivir en aquella enorme casa en que cada espejo le recordaba a su hija perdida. Por eso se marchó lejos sin importar las consecuencias (dicen que no se volvió a saber de él), dejando tras de sí una casa que permanecería abandonada durante décadas.
Durante ese tiempo la historia de la casa de los espejos y lo que en ella ocurrió empezó a hacerse más conocida y algunos osados jóvenes aprovechaban la noche para entrar en ella a escondidas y demostrar su valentía o investigar si era cierto que allí aún residía el alma en pena de la chica asesinada. Las personas se adentraban en el viejo caserón aseguraban que en la planta superior de la vivienda se podían escuchar llantos y lamentos de niña y en el silencio de la noche el sonido parecía rebotar de forma extraña en los espejos, como si el sollozo proviniera de cada uno de ellos…
Pero si hay algo aún mas escalofriante es el relato de aquellos que osaron romper uno de los espejos, según cuentan en los fragmentos de estos no se reflejaba su rostro, como si el trozo de espejo se negara a devolver su imagen, en su lugar y si uno era tan imprudente como para mirarlo fijamente el suficiente tiempo aparecería la niña muerta reflejada, asomando lentamente su cara con una expresión de ira que haría palidecer al más valiente. Normalmente aterrorizados huían los más rápidamente posible del lugar y mientras escapaban podían ver por el rabillo del ojo como la niña les observaba desde dentro de los espejos que aún seguían intactos.
Actualmente la casa ha sido restaurada, sus paredes se han pintado de verde y en su entrada se ha colgado un cartel que dice: “Alameda Apodaca S.L. Venta de Viviendas de Lujo”. No obstante toda esa fachada es una máscara vacía que no engaña a nadie pues, todo el que conoce la leyenda y cree en fantasmas, mira con cierto temor o respeto aquella casa en la que hace apenas unos pocos años los jóvenes seguían organizando incursiones en grupo o concursos para ver quién se atrevía a permanecer más tiempo dentro del caserón. Ninguno se atrevió a entrar por segunda vez…