Cuéntase que hace muchas generaciones, un mozo en una fría noche de luna invernal huyendo de una manada de lobos que le perseguían desde la Fraga, acertó a pasar por la "Roda dos Rebolos" y se subió a la peña que está en su centro para, empuñando su lanza, poder defenderse mejor.
Los lobos se espantaron tanto como el hombre y decidieron retirarse un trecho y esperar. Aunque el hombre intentaba permanecer en vela, no pudo evitar caer profundamente dormido.
La doncella salió del circulo, y dirigiéndose de nuevo hacia el interior, levantando los brazos gritó, "pecha". La pared de viento volvió a aparecer. Al amanecer se despertó sobresaltado, pero los lobos ya no estaban. El hombre lanzó otra piedra y temeroso del rayo ocultó el rostro entre sus brazos para protegerse, pero esta vez nada sucedió. Dudando, probó de lanzar otra piedra y pudo ver como pasaba entre los robles sin problemas. Se acercó muy despacio con su lanza bien aferrada. Pasó temeroso entre los dos robles entre los que antes estaba la mágica pared que producía rayos. Pudo llegar sano y salvo al Castro de Coba y contó lo que le había pasado
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